EL ARTE A FINALES DEL SIGLO XIX. Contexto histórico de la Arquitectura del hierro, Modernismo e Impresionismo.
El siglo XIX supone para Europa la ruptura definitiva con el Antiguo Régimen, y la instauración de la sociedad liberal-burguesa y de la economía industrial y capitalista. Es una época de grandes transformaciones en todos los niveles de la sociedad. Francia, epicentro de todas esas transformaciones político-sociales, se convertirá también en capital de las vanguardias artísticas.
La revolución industrial, nacida en Inglaterra en el siglo XVIII, se consolidó en el XIX y se extendió al continente, y con ella se impuso la economía capitalista. Se desarrollaron nuevos medios de transporte como el ferrocarril o el barco de vapor, y la revolución demográfica generó un significativo crecimiento de la población. Las ciudades se industrializaban, aumentaba rápidamente el número de sus habitantes y se extendía el espacio urbano. En el contexto de la industrialización surgió una nueva clase social, el proletariado que luchará por conseguir mejores condiciones de vida y de trabajo. En 1848 Marx y Engels publicaron el Manifiesto Comunista. Las revoluciones de 1848 y la de la Comuna de París tuvieron ya impronta obrera.
Por otra parte, la gran riqueza producida requiere la conquista de mercados, con lo que surgen las grandes exposiciones internacionales (Londres, 1851, París, 1889) con sus enormes instalaciones provisionales que exigen un alto desarrollo de gran técnica constructiva, principalmente del hierro. El Imperialismo, traerá de las colonias, principalmente de las de Asia, a las metrópolis europeas toda una exótica cultura, inmediatamente aceptada por los espíritus post-románticos, aventureros e imaginativos: palacios, invernaderos, cafés, monumentos... con aires indios, árabes e incluso chinos.
Se trata de una era de progreso industrial, que eleva el nivel económico, aunque se crean enormes desequilibrios entre la poderosa burguesía y la clase trabajadora. El bienestar material se traduce en una mejora sensible de la arquitectura y del urbanismo. La mayor parte de las ciudades del mundo se renuevan, buscando mejores condiciones higiénicas, más amplitud en las calles, pero sobre todo una arquitectura que exprese el signo de los tiempos. La arquitectura del siglo XIX supone cambios radicales en las formas, las estructuras, los materiales (hierro, cristal, cemento armado) y las tipologías ( estaciones de ferrocarril, palacios de exposiciones, mercados, viaductos, teatros, ministerios, diputaciones, ayuntamientos, bibliotecas, academias, galerías comerciales, etc.).
Inicialmente el crecimiento urbano decimonónico se produjo de forma espontánea y sus consecuencias fueron muy graves ya que la mayor parte de la nueva población eran obreros que trabajaban en la industria y vivían cerca de las fábricas en condiciones durísimas, hacinados en viviendas insalubres, en calles sin pavimentar y sin alcantarillado.
Desde mediados de siglo se buscaron soluciones que construyeron la ciudad burguesa. En Viena se trazó una gran calle anular, el “Ring”, y se adornó con edificios monumentales que simbolizaban el esplendor del Imperio Austrohúngaro. En París la reforma, que fue obra del barón Haussmann, se inició en 1853 durante el Segundo Imperio (Napoleón III). Haussmann tenía objetivos urbanísticos, higiénicos y políticos: quería resolver los problemas de suministro de agua potable a la ciudad y la evacuación de aguas fecales, que contribuían a la difusión de epidemias; pero pretendía también controlar las frecuentes algaradas políticas y barricadas que aprovechaban las retorcidas y estrechas calles del centro antiguo. Abrió avenidas rectilíneas y bulevares arbolados, y nuevas calles para conectar las estaciones de ferrocarril situadas en la periferia, para lo cual se demolieron barrios enteros de la ciudad medieval. Completó la reforma con pequeños parques distribuidos por toda la ciudad y dos monumentales situados en los antiguos cotos reales de caza.
En España, la más significativa aportación de planificación urbanística fueron los ensanches, entre los que destaca el de Barcelona, diseñado por Ildefonso Cerdá en 1860. Ubicado en torno al casco antiguo, consistía en una extensa y racional cuadrícula de calles, con manzanas cuadradas y esquinas achaflanadas para facilitar la circulación; las calles, muy amplias para la época, estaban orientadas de modo que todos los lados de los edificios recibiesen el sol. Se completaba con una gran vía transversal y algunas calles más anchas para facilitar desplazamientos rápidos. Cerdá, empleando el trazado de cuadrícula, concibe la ciudad a partir de células, dentro de las cuales disponía los servicios que cada uno iba a necesitar. También hizo hincapié en la idea de que los espacios verdes ocuparan una buena parte de la ciudad. Las manzanas de L’Eixample podían, en este sentido, ser ocupadas por dos edificios paralelos entre los que se desarrollaría la vegetación. Otros ejemplos interesantes, ya de finales del s. XIX, fueron el diseño del modelo de ciudad jardín, creado por Howard, y la construcción de la Ciudad Lineal de Madrid. La Ciudad Lineal, iniciada en 1882 por Arturo Soria, se disponía a lo largo de una amplia calle con árboles que flanqueaban una vía de ferrocarril; las casas se situaban a ambos lados de la calle, rodeadas de abundantes espacios verdes.
En el siglo XIX no hubo un estilo artístico único, pese a que es frecuente hablar de arte “decimonónico”. A partir de la tradición neoclásica heredada del siglo XVIII, se fueron sucediendo novedades y planteamientos artísticos que nos permiten hablar de Romanticismo, Historicismo, Realismo, Impresionismo, etc. Al enfrentarse a cambios tan profundos no es de extrañar que entrara en crisis la formación profesional de los arquitectos, fundamentalmente artística. Muchos de los creadores del momento fueron ingenieros, que conocían mejor que los arquitectos tradicionales, las posibilidades de los nuevos materiales y la tipología de los edificios modernos. Es la época en que apareció la arquitectura ferro vítrea, y casi al mismo tiempo, en Estados Unidos, la Escuela de Chicago creó los primeros rascacielos, el auténtico germen de la arquitectura del siglo XX.
París fue el centro creador fundamental de la pintura a lo largo del siglo XIX. En esta capital residían y trabajaban artistas de todos los países y es en ella donde germinan y evolucionan los movimientos artísticos de la pintura contemporánea, sustituyendo en este sentido la importancia que tuvo Italia en las centurias anteriores. La difusión de las nuevas corrientes pictóricas se realizará a través de múltiples talleres y exposiciones. La formación de los pintores no va a estar condicionada por el estudio en las Academias y el intercambio de experiencias o el contacto con la Naturaleza serán claves para la formación de una minoría social que muy pronto adquirirá el carácter de vanguardia, a la cabeza de nuevos planteamientos estéticos, abriendo nuevos caminos a la sociedad.
Contextp XIX
Publicado por : : : This Fire Burns : : : en 12:02
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